El MACA cuenta desde hoy con la pieza de Arcadio Blasco «Objeto-idea» con motivo del décimo aniversario de su fallecimiento. La obra ha sido depositada por un periodo de cinco años por José Piqueras, y se expone desde hoy en la planta baja del museo.
Algunos de estos “Objetos-idea” de finales de los sesenta se mostraron en la exposición de Arcadio Blasco en el Pabellón Español de la XXXV Bienal de Venecia en junio de 1970, y fueron la antesala de sus “Propuestas ornamentales para el diálogo” y de las “Propuestas para torturar”, series a las que pertenecen obras fundamentales de su producción artística de principios de los setenta como el “Recinto para un asesinato legal” de la colección del MACA.
La cerámica es protagonista y los relieves comienzan a envolverse sobre sí mismos, a querer ocultarse, adquiriendo un aspecto más escultórico e incluso arquitectónico con la inserción de huecos practicables. Estas obras están trabajadas con minuciosidad artesanal mediante un conjunto de recursos muy personales: toques e impresiones a modo de escritura cuneiforme y repetitiva; hileras de bolas o perlas de arcilla añadidas y de diferentes tamaños; cuentas de collar o radiaciones como si fuesen piezas de orfebrería de antiguas culturas, refinadas y bárbaras a un tiempo, con todo tipo de rugosidades y relieves donde parece hervir aún la materia.
El artista
Arcadi Blasco Pastor (Mutxamel, Alicante, 1928 – Majadahonda, Madrid, 2013) fue un pintor que en la segunda mitad de la década de los 50 encuentra en la cerámica el material idóneo para la expresión plástica. Su formación artística como pintor tiene lugar en la Escuela de Bellas Artes de Madrid, donde llegó a los 19 años, terminando el curso de profesorado en la Escuela de Bellas Artes de San Carlos de Valencia en 1953. Ese mismo año se traslada a Italia, en donde reside por dos años en la Academia de España en Roma, allí tiene su primer contacto con la cerámica a través de la obra de Nino Caruso y de Carlo Zauli.
Al regresar a España, realiza sus primeras experiencias cerámicas y se interesa por la cerámica artesanal, lo que lleva a trabajar con el alfarero de Cuenca, Pedro Mercedes- con el que intercambia saberes-, y en otros talleres de cerámica popular de Agost y Triana (Cerámica Montalbán). En 1955 instala su primer taller en la nave- cedida por el arquitecto Luis Feduchi- el edificio a mitad construir del Museo de América situado en la Ciudad Universitaria de Madrid, que compartió con José Luis Sánchez, Jacqueline Canivet y Carmen Perujo; allí realizaría, entre otras obras, muchas vidrieras, mosaicos y murales cerámicos destinados, en gran parte, a ornamentar las iglesias que se construyeron por encargo del Instituto de Colonización de los Pueblos de España, colaborando con los arquitectos José Luis Fernández del Amo, Ignacio Gárate, Luis Cubillo, García Benito, Luis Feduchi, Fernández Alba y Fisac, entre otros. El inmenso espacio de este lugar de trabajo para la creatividad también fue utilizado ocasionalmente por pintores como José Vento, Hernández Mompó, Rafael Canogar, Antonio Saura, etc., que tenían necesidad de realizar obras de gran formato y no disponían de espacio suficiente en sus estudios. Este taller provisional llegó a convertirse en un lugar de encuentro de artistas de la joven vanguardia madrileña.
Precisamente, una de las características más destacables de la trayectoria como ceramista de Arcadio Blasco es su participación directa, entre los años 1945 y 1974, en el nuevo acontecer del arte contemporáneo, pues fue – como ha señalado acertadamente Carmen González-, «el único artista cerámico que por una serie de «casualidades»- como él mismo define- participa en el campo de las artes plásticas, y que ha realizado gran cantidad de exposiciones nacionales e internacionales en los foros del arte contemporáneo llevando siempre obra cerámica.
Después de una primera aproximación directa al quehacer cerámico, que consistió en emplear la superficie de recipientes como soporte de su vocabulario pictórico – realizando obras con cierta carga decorativa-, Arcadio Blasco se sentirá fuertemente atraído por las cualidades y expresividad de esta materia, y como consecuencia nacerán sus Cuadros cerámicos (1956-64).
En todos sus ciclos de trabajo posteriores: Objetos idea (1969), Propuestas ornamentales (1969-74), Arquitecturas y Muros para defenderse del miedo (1970-86), Ruinas arqueológicas (1984-86), Ruedas de Molino para comulgar (1985).Homenajes (1992-95), las arcillas de distintas tonalidades, los engobes, vidriados – menos frecuentes y muy matizados-, y las aplicaciones de óxidos colorantes de tonos terrosos serán – muchas veces sometidos a una cocción reductora-, los materiales protagonistas de sus obras.
En aquel torbellino de búsquedas en que se convirtieron los años 50 para los artistas españoles más inconformistas, Acadio Blasco indaga en las posibilidades de la materia cerámica y encuentra en la arcilla cocida el medio idóneo con el que realizar en volumen sus últimas investigaciones pictóricas, que desembocarán – en cerámica- a finales de los años 60 en relieves y esculturas de compromiso social y crítica política.
Con su regreso en 1985 a su pueblo de nacimiento (Mutxamel) y la instalación de su taller en una casa de campo de la partida de Bonalba, Alicante recobró un artista en plena madurez que hizo un esfuerzo por activar la cultura alicantina a través de distintas iniciativas, algunas relacionadas con la cerámica y su enseñanza.