«El Museo de Arte Abstracto Español fue lo que Auster llama nuestro groundwork, el trabajo duro y necesario para otras generaciones de la Transición, la pista de despegue que les permitió superar ese aislamiento», recuerda el comisario.

Siguiendo la estela dejada por la reciente reapertura del Museo de Arte Abstracto Español, de Cuenca, y por la publicación del informe elaborado por ARTEINFORMADO sobre 10 artistas vivos de la generación de los años 50 y 60, entrevistamos al comisario y crítico español Alfonso de la Torre, especialista en el tiempo de creación de ese Museo, dedicado al arte abstracto español y considerado el primer museo de artistas de España.

De la Torre ha sido comisario y activo colaborador de diversas exposiciones sobre este particular como «El nacimiento del Museo de Arte Abstracto Español», organizada, en 2006, por la Fundación Juan March y celebrada en el Museo de Arte Abstracto Español, un museo que dicha entidad privada gestiona desde el año 1981, tras aceptar la donación de la colección de Fernando Zóbel, su fundador en 1966.

Además, es autor de numerosos textos monográficos sobre el grupo de Cuenca, entre otros: «¿Pero hubo alguna vez un grupo de Cuenca?» o «La poética de Cuenca: Una forma (Un estilo de pensar)». Asimismo, ha impartido conferencias sobre este particular:

Y es que De la Torre ha venido desarrollando, en su ya prolífica labor curatorial y de crítica de arte, una infatigable puesta en valor y de reivindicación de esta irrepetible generación de abstractos vinculados a Cuenca, quienes, además, han sido referente para posteriores generaciones de artistas.

En consonancia con lo anterior, cabe señalar que su último proyecto comisarial es la exposición «Palazuelo. Pinturas abstractas del tiempo de Paris, 1949-1950», que se inaugura, el próximo 10 de noviembre, en la galería madrileña Fernández-Brasso. En dicha muestra serán presentadas, por primera vez en una galería privada, un conjunto de ocho lienzos abstractos que Palazuelo pintó tras su llegada a París en 1948, ciudad donde permaneció durante dos décadas.

A continuación puede leer la entrevista completa a quien es, sin miedo a equivocarnos, una de las voces más autorizadas en lo tocante a Arte Abstracto Español.

ARTEINFORMADO (AI): Hace unos días acaba de reinaugurarse el Museo de Arte Abstracto Español, en Cuenca, que para Alfred H. Barr, fundador y primer director del MoMA de Nueva York y nombrado conservador honorario de él, «era una de las más admirables y ciertamente brillantes obras de arte… un notable equilibrio entre la pintura, la escultura y la arquitectura». ¿Cree que en España se lo valora lo suficiente y se conocen bien sus fondos?.

Alfonso de la Torre (ADLT): Y añadió aquello del «más bello pequeño museo del mundo». Sin dudarlo, estos días la prensa y crítica especializada se han hecho eco de esos cincuenta años de aniversario, subrayándose cómo ha sido un Museo fundamental para nuestra reciente historia del arte y, por ende, de la cultura, también para la difusión internacional del arte de nuestro país. Refiriéndonos a las últimas décadas, hemos podido ver exposiciones monográficas celebratorias del Museo y del llamado grupo de Cuenca en 1997, 1998, 2004, 2006 y 2016, haciéndolo resumido.

Nuestro primer museo democrático, me gusta subrayar, pues recordemos supuso la elevación de la inteligencia de lo privado capaz de proveer estructuras casi públicas, algo capital durante la inane postguerra y hasta llegada la desgarbada proliferación museística contemporánea.

Por el Museo conquense pasaron personalidades que entendieron así que existía una notable generación de artistas, en medio de esa España de cardo y ceniza. El Museo mostraría la obra de los artistas informalistas junto a la de aquellos de tendencia constructiva, lírica o geómetras. Esto último es muy importante, pues siempre defiendo el reequilibrio del arte (ordenado) español. En Cuenca se mostraba «Dau al Set» con «El Paso» o artistas que no estaban en España como Pablo Palazuelo.

Entre otros visitantes que leo, viendo el Libro de Firmas del Museo y dejando a un lado a nuestros artistas (varias generaciones visitaron sus salas): Martha Jackson y Emilio Vedova (1968); James Johnson Sweeney (1969); John Rowlands (1972); Rufino Tamayo; William B. Jordan o Salvador Dalí (1973); Pierre Soulages (1975); Günter Grass (1978); Roy Lichtenstein y Henri Cartier-Bresson (1983); Amos Cahan (1986); José Saramago (2001).

AI: Dicho museo cuenta con una de las mejores colecciones, si no la mejor, de artistas de la generación abstracta española de los años 50 y 60. Como experto en dicha generación. ¿Qué destacaría del rol artístico que cumplieron y, claro está, que siguen cumpliendo sus miembros aún activos?.

ADLT: Es posible que aún deban pasar décadas para que se comprenda cómo en aquel mundo de escasez: museística, galerística, coleccionista, crítica, bibliográfica, etc., nuestro arte supo cruzar fronteras. Los artistas abstractos me parecieron, en aquel tiempo, héroes de la cultura plástica. Siempre cito ese momento en el que nuestros creadores tenían salas monográficas en São Paulo o Venecia o que, sucedió en 1960, su obra se mostrara casi a la par en el Museo de Artes Decorativas en Paris y meses después en el MoMA y en el Solomon R. Guggenheim. ¡ Qué año feral que no volvería !. Que la obra de Millares, por ejemplo, fuera visitada en São Paulo, en 1957, por personajes fundamentales de su tiempo como Frank O’Hara, el citado Sweeney o Philip Johnson…

Es preciso añadir que el Museo conquense tuvo una importancia capital también en el desarrollo de las artes gráficas, pues desde 1964 se inició la edición de carpetas, principalmente serigrafías, pero también grabados. Junto a ello, nuestro democrático Museo realizaba pequeñas ediciones de libros, carteles, postales y otros gadgets, algo habitual ahora en cualquier Museo del mundo, lo que permitió la pervivencia de las imágenes de nuestros artistas y la normalización del lenguaje abstracto. Nuevas galerías surgieron, al amparo de lo sucedido en el Museo abstracto, nuevos coleccionistas, jóvenes artistas, futuros críticos. Nuevas formas de ver.

Y entre nosotros quedan artistas de la generación abstracta, pero de enorme actividad, estoy pensando en Canogar, Chirino, Farreras, Feito o Torner. Y, por supuesto, Teixidor e Yturralde, así como el trabajo creador de los Hermanos Blassi. En la fotografía inaugural de 1966, de Fernando Nuño, estaban también Carmen Laffón y Julio López, extraordinarios creadores en activo. Por otro lado, es sabido que el fallecimiento de los artistas no obsta para que su obra siga teniendo una extraordinaria consideración.

AI: Además de la gran colección del Museo de Arte Abstracto Español. ¿En qué otras colecciones públicas o privadas españolas y extranjeras está presente la obra de esta generación representante de la mejor tradición abstracta española?.

ADLT: El Museo realizó un importante papel de irradiación que me atreveré a señalar también tuvo que ver con el rumbo decidido de la propia Fundación Juan March quien, antes de recibir el Museo, devino el principal lugar de difusión del arte de nuestro tiempo en España.

Además, la irradiación del Museo abstracto se dirigió hacia Andalucía, con la dificultosa creación del Museo de Arte Contemporáneo de Sevilla, luego hacia Alicante: la Colección Arte del Siglo XX, del infatigable Sempere, en la Casa de la Asegurada, hoy espléndido MACA; después hacia Lanzarote, MIAC, el Museo impulsado por Manrique, y la propia Fundación de este artista.

En este punto justa cita al Espacio Torner y a la Fundación Antonio Pérez, esta nueva revisitación en Cuenca de nuestra abstracción y su vinculación con el objeto.

Luego ha habido colecciones privadas, entre las que conozco por haberme ocupado de su Conservación, la de Pilar Citoler, coleccionista en activo. También hay que citar, estirpe de coleccionista, Ars Citerior, colección de Javier B. Martín, otro infatigado.

Finalmente, honor al arte español, siempre me gusta recordar como me señaló en su momento la coleccionista venezolana Patricia Phelps de Cisneros que su primer cuadro había sido una malla metálica de Manuel Rivera.

AI: En los últimos tiempos estamos asistiendo a una puesta en valor dentro de la escena internacional de otros movimientos similares desarrollados en países de nuestro entorno como los brasileños, los cubanos o los venezolanos que trabajaron la misma época. ¿Por qué no sucede lo mismo con esta generación de artistas españoles?.

ADLT: En mi opinión, nuestra generación de postguerra, en Europa en general, ha alcanzado en los últimos años un extraordinario reconocimiento. Entre los ejemplos que más conozco, están las obras de Fernando Zóbel y Manolo Millares, dos artistas cuya cotización internacional ha aumentado exponencialmente, muestra de un elevado interés coleccionista, pero también de una incesante actividad museística.

Millares fue protagonista hace unas semanas de una sala especial en la última Frieze Masters y extraordinaria individual antológica en Londres en Waddington Custot. No ha de cuestionarse, el arte español, de extraordinaria calidad, acabará ubicándose, internacionalmente, en el lugar que merece, no se debe dudar.

AI: Por otro lado, no se detectan galerías importantes -más allá de los esfuerzos de José de la ManoCayón o Fernandez Brasso-, ni dentro ni fuera de España, que les defiendan con decisión, cosa que no ocurre con artistas similares de los países referidos. ¿A qué se debe? ¿Cómo se podría revertir esta situación?.

ADLT: No me parece poca cosa que se cite en la pregunta tres galerías, importantes, de la capital, que están haciendo esa labor, con extraordinario rigor y seriedad. Algunas otras habría que sumar, estoy pensando en la reciente impecable reedición de las «Memorias de una excavación urbana» y exposición consiguiente de Manolo Millares, y la coincidente en ese tiempo sobre abstracción española, ambas por Guillermo de Osma. Sin olvidar la permanente reivindicación de estos artistas por parte de galerías como EdurneLeandro Navarro o Artepaso-Lucía Mendoza. También en Madrid la galería Odalys afrontó una hermosa exposición que revisitaba la geometría en España, partiendo de los presupuestos de nuestros abstractos geómetras, ese territorio privado (ahí estaban Palazuelo, Rueda o Torner, también Teixidor e Yturralde, entre otros), se tituló «El trabajo de lo visible». Pretendía reivindicar, ya dicho, cómo, junto al mundo del arte informal, creció una estirpe de geómetras, también importante.

En Barcelona sé también que la galería Mayoral trabaja en el mismo sentido, entre los ejemplos que llegan a mi memoria. Mas no sólo galerías. Nuestros artistas son objeto de Catálogos Razonados, aquí hay que citar el trabajo en colaboración con instituciones de la Fundación Azcona: Chirino, Millares, Rivera, Palazuelo o Zóbel son, o están siendo objeto, de razonada catalogación. Esto es fundamental.

Sigo citando cómo en los últimos años nuestros artistas de los cincuenta son reivindicados: la exposición «La poética de la libertad», en Cuenca, en su Catedral, donde mostramos también el pasado año «Torner entrópico», creo no se puede pensar que nuestros artistas abstractos son despreciados.

AI: En relación a lo anterior, ¿ha podido ser un hándicap para algunos de los miembros de esta generación que desde las estructuras del Estado franquista se promoviera en el extranjero la pintura abstracta como lenguaje pictórico oficial del régimen para ofrecer una visión más moderna y despolitizada del mismo y de España?.

ADLT: La pregunta parece contener la respuesta. Y uno, permítaseme, no termina de estar de acuerdo. El arte es siempre un territorio de resistencia, crear en nuestro tiempo es un acto resistente. Prefiero la visión que venimos narrando: unos grandes artistas en una España muy aislada del mundo, haciendo grandes esfuerzos por ubicarse en él (mundo de la creación).

El Museo de Arte Abstracto Español fue lo que Auster llama nuestro groundwork, el trabajo duro y necesario para otras generaciones de la Transición, la pista de despegue que les permitió superar ese aislamiento. Subrayemos también que muchos de nuestros artistas pasaron largas temporadas en Paris, está por hacer la historia de la estadía de ellos en el Colegio de España, que hemos narrado parcialmente en casos como Castellano, Chillida, Farreras, Palazuelo, Sempere o Victoria.

Nuestros artistas viajaban al extranjero, estaban suscritos o leían revistas internacionales, visitaban exposiciones y museos, contactaban con artistas internacionales o coincidían con ellos. Hay que evitar la visión de encontrarnos ante pobres artistas, desinformados, viviendo en un país franquista que les chupa la sangre. Nuestros artistas fueron, son, también, intelectuales, no se olvide, conozco a tantos de extraordinario saber y rigor.

En todo caso, me gusta algo torneriano que escribí en el catálogo de la exposición «El grupo de Cuenca» (1997 y 1998): lo importante, una vez más, no es la historia, que nos interesa y nos fascina, sino las obras de arte, las grandes obras de arte y los secretos que nos revelan.

AI: Por último, fueron muchos y muy sobresalientes los artistas de esta generación para que no dejaran rastro. Por ello, ¿en qué colegas de generaciones posteriores debemos detectar influencias?.

ADLT: Tras nuestra generación de artistas abstractos, hubo lo que he llamado en ocasiones «la estela» de Cuenca. Artistas para los que, en aquel país desertizado en lo museístico, Cuenca supuso la única posibilidad de encontrar una ínsula de libertad.

Además de los casos conocidos de los conquenses Teixidor e Yturralde, de alguna forma sería difícil comprender, sin Cuenca, a artistas como: Juan Antonio Aguirre, Alfonso Albacete, Alfredo Alcaín, Fernando Almela, José Manuel Broto, Miguel Ángel Campano, Marta Cárdenas, Javier Cebrián, Nacho Criado, Gerardo Delgado, Xavier Grau, Eva Lootz, Mitsuo Miura, Pancho Ortuño, Javier Pagola, Jürgen Partenheimer, los Pérez Mínguez, Simeón Saiz Ruiz, Adolf Schlosser, Soledad Sevilla, José Ramón Sierra, Alberto Solsona, José Soto, Juan Suárez o Rosa Torres.

La galería Juana de Aizpuru ha recordado este año, también en otra exposición conmemorativa conquense, cómo el Museo supuso una verdadera escuela para la formación de nuevas generaciones de artistas.

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