Durante más de veinte años, fue la musa del barrio parisino de Montparnasse. Alice Prin, a quien llamaban Kiki, posó para los mejores pintores de la Europa de entreguerras y se relacionó con los artistas más relevantes de aquélla época.
Alice Ernestine Prin, Kiki, nació el 2 de octubre de 1901 en el seno de una familia humilde de Châtillon-sur-Seine, una pequeña ciudad de Borgoña. Kiki visitó París por primera vez a los trece años, y con catorce su familia la puso a trabajar en la capital. A los diecisiete años ya había sucumbido al encanto de Montparnasse. Desde un principio se sintió muy a gusto en el bulevar y, antes que modelo de los artistas, pronto se convirtió en una verdadera amiga de muchos de ellos.
Durante los años veinte, Montparnasse se convirtió en un campo de experimentación artística y personal que iba a cambiar la historia social del arte. Por primera vez, hacer arte era una empresa democrática al alcance de todos, y Montparnasse un espacio abierto donde cualquiera podía expresarse y participar. El libre comercio de exposición y venta de arte que había aparecido con la llegada de los impresionistas vivió en los años veinte sus momentos de máximo esplendor. Los artistas se veían respaldados por toda una red de marchantes, galerías y coleccionistas particulares que valoraban su arte y conformaban la infraestructura necesaria para su comercialización. La de estos artistas no fue en absoluto una historia de luchas, hambre e indiferencia general, sino de éxito y aceptación casi inmediatos; y, por supuesto, fue la historia del disfrute de este éxito. Los artistas se sentían rodeados de gente que demostraba a su vez ser creativa; y, por descontado, de turistas, franceses y extranjeros. Unos y otros fueron a las terrasses del Dôme y de la Rotonde, y declararon Montparnasse el centro del mundo.
Cada uno de los artistas para los que posó Kiki captó una parte de su singular personalidad y, gracias a las pinturas que de ella hicieron, se convirtió muy pronto en la mujer más conocida y querida de Montparnasse. Fue musa de artistas como Chaïm Soutine, Francis Picabia, Jean Cocteau, Alexander Calder, Per Krohg, Hermine David, Pablo Gargallo, Toño Salazar, Moïse Kisling, Foujita o Man Ray.
El halo de misterio de éste último, recién llegado de Nueva York, sedujo a Kiki a primera vista. Posó para su cámara y, al día siguiente, cuando le mostró las fotos se quedó impresionada, luego se desvistió y se sentó a su lado en el borde de la cama. Sus labios se encontraron y aquella tarde no hubo sesión fotográfica. Se fueron a vivir juntos. La relación que mantuvieron durante años dejó una estela de imágenes prodigiosas y queda resumida en una carta escrita por Kiki tres meses después de conocer a Man Ray: «Siento un dolor en el corazón al pensar que esta noche estarás solo en tu cama, te quiero demasiado, sería bueno que te amara menos porque no estás hecho para ser amado, eres demasiado tranquilo. A veces tengo que suplicarte por una caricia, por un poquito de amor… Pero tengo que aceptarte como eres, después de todo eres mi amante y te adoro; vas a hacerme morir de placer, de amor y de pena. Te muerdo la boca hasta que sangra y me emborracho de tu mirada indiferente y a veces mezquina».
Todo el mundo estaba de acuerdo en que no sólo era hermosa, alegre, sensual y provocativa, sino también amable y de buen corazón. Kiki era siempre el centro de un grupo al que divertía con historias fantásticas e ingenio atrevido. La permisiva atmósfera de Montparnasse alentaba su natural creatividad. Siempre sonriente y alegre, solía cantar letras atrevidas en The Jockey, el night-club de los artistas, al tiempo que las galerías exponían sus retratos y paisajes. Actuó en ocho películas y posó para incontables pintores y fotógrafos. A los 28 años escribió sus memorias, que se hicieron famosas en todo el mundo.
A Kiki le gustaba airear a los cuatro vientos sus aventuras, y no era extraño que tomando el primer café de la mañana proclamara: “Hoy me han dado un buen revolcón”. Kiki no vacilaba en poner su sexualidad al servicio de sus amigos necesitados. A veces recogía dinero por las mesas mostrando sus pechos o levantándose las faldas en un bar o restaurante, y luego decía a los complacidos parroquianos: “Esto les va a costar uno o dos francos”.
Kiki (1901-1953) fue contemporánea del escultor Pablo Gargallo (1881-1934). Aunque nunca posó para él, Gargallo le consagró una de sus obras más paradigmáticas: una máscara cóncava para fundir en bronce que se puede ver en la Colección de Arte siglo XX del MACA. La Kiki de Gargallo data de 1928; en la escultura, el autor aplica con insuperable maestría y asombrosa eficacia muchos de sus novísimos hallazgos expresivos y los más significativos y sintéticos recursos de representación que había ensayado y llegado a dominar en la ejecución de sus máscaras en chapa metálica.
Referencias y enlaces
Billy Klüver y Julie Martin. (1989). El París de Kiki: artistas y amantes 1900-1930. Barcelona. Tusquets.
Durán Ucar, Dolores (coor.). Esculturas, cartones y dibujos. Pablo Gargallo. (Exposición celebrada en Murcia, Sala Cam «El Martillo». Marzo/Abril. 2000; Alicante, Centro Cultural CAM. Abril/Mayo. 2000; Elche, Centro Cultural CAM. Mayo/Junio. 2000; Valencia, Centro Cultural CAM «La Llotgeta». Junio/Julio. 2000). Granada, Caja de Ahorros del Mediterráneo, 2000.
Catel y Bouquet. (2011). Kiki de Montparnasse. Ediciones Sins Entido.
Wikipedia. (2015). wikipedia.org/wiki/Alice_Prin#FilmographyWikipedia
Wikipedia. (2015). wikipedia.org/wiki/Pablo_Gargallo
The Cultural Services of the French Embassy. Cuny TV. (2012, julio 23). Kiki de Montparnasse: A Graphic Biography [Archivo de vídeo]. Recuperado de https://www.youtube.com/watch?v=l9diH7KiU_Q