Desde noviembre de 2018 a febrero de 2021
Presentamos la nueva exposición de la Colección Fundación Mediterráneo con vocación de permanencia que ocupa la segunda planta del MACA incorporándose así a la lectura de las colecciones permanentes del museo.
La hemos titulado Con el tiempo 2 en un doble sentido. Con el tiempo es con-temporáneo. Aquello que está estrechamente ligado al tiempo presente. Lo que está sucediendo. Al igual que nosotros, contemporáneos de estas obras y compartiendo con ellas el espacio y el tiempo, compartiendo los presupuestos estéticos que las han visto nacer y los significados últimos. Con el tiempo es también aquello que ha pasado desde la Colección Arte Siglo XX que mostramos en la primera planta del museo y que nos donó Eusebio Sempere en 1977. Inevitablemente su colección se quedó cerrada en los primeros años 80. Desde entonces y Con el tiempo lo que ha venido pasando es lo que vamos mostrando a través de la Colección Fundación Mediterráneo ahora revisitada.
La Colección Fundación Mediterráneo está compuesta por 213 obras de las cuales hemos elegido 18 obras entre pintura, escultura y fotografía de una contundencia plástica incuestionable. Obras que nos han venido acompañando en las diferentes exposiciones temporales que de la Colección se han realizado en distintos espacios y ciudades. Siempre es una sorpresa descubrir a los artistas representados en la Colección Caja Mediterráneo pero es aún más sorprendente descubrir qué obra de ellos se ha adquirido. Siempre se trata de una obra fundamental dentro de su trayectoria artística, ejemplo de lo mejor de su propuesta estética y por la que se reconoce a un artista como artista singular. Una obra por su contemporaneidad, rotundamente “clásica”. Y eso se pone de manifiesto en esta exposición. Es una exposición contemporáneamente clásica.
El guión expositivo establece tres pequeñas exposiciones en tres espacios siguiendo la arquitectura de la sala:
Un primer grupo de artistas presididos por la obra de Luis Gordillo, Las brújulas inapetentes que establece un hilo conductor a través de los cristales de Ignasi Aballí 7 pintures transparents, en el proceso mismo de búsqueda continua y cuestionamiento de la pintura más pura, la que se representa a sí misma con nombres como Juan Uslé, Carlos León y Joan Hernández Pijuan, enfrentados y reflejados en la obra de Jaume Plensa, The Porter.
Un segundo grupo compuesto por obras de artistas mujeres que manifiestan la manera feminista de mirar la realidad. Territorios fantasmagóricos que acumulan una preocupación constante por el misterio, un hilo discursivo donde siempre se evoca la soledad o la nostalgia: Paisajes interiores de sutiles equilibrios cromáticos, veladuras esenciales por donde se escapa el tiempo como las obras de Carmen Calvo, Oir o la fotografía de Hannah Collins de la Cocina de La Laboral. O retratos tan contundentes que ponen de manifiesto el discurrir de las horas y los días a través del propio rostro de Esther Ferrer. La historia se completa con la imagen de la mujer en inestable equilibrio sobre una rueda de Fórmula 1, obra de Francesc Torres y la enorme polilla que se come los trajes de fieltro de Joseph Beauys, excelente fotografía de Jana Sterback.
Y un tercer grupo que aglutina una serie de obras de distintos artistas que tienen en común el proceso de creación. Un proceso fragmentado, hecho a pedazos, muchas veces asimétrico y que deja ver la estructura de la obra siempre con una sensación incómoda de desnudez o desprotegimiento. Pello Irazu, Miquel Mont, Manu Muniategiandikoetxea y Daniel Verbis conforman la selección de artistas. Una generación preocupada por los problemas de espacio, volumen y representación a los que une un hilo invisible de familiaridad. Artistas que no ofrecen soluciones sino que cuestionan, y trasladan al espectador, los problemas de una realidad que viene configurándose de manera cada vez más compleja y fragmentaria, donde las ideologías han perdido vigencia y el discurso social, político o estético se ha vuelto incompleto, precario y, en multitud de ocasiones, caótico. Y ello nos lo recuerda la obra de Juan Ugalde, Extraviadas las garzas, representando una arquitectura que responde a una primera necesidad: la habitación convertida en urgencia pero al mismo tiempo en materia plástica, en el escenario de una realidad estética muy personal pero también de denuncia social indagando en lo que habitualmente no miramos o no queremos mirar.