Eusebio Sempere y Abel Martín aprendieron la técnica en París y después, a su vuelta a España, instalaron el taller en Madrid. Al mismo tiempo, surgía en la Comunidad Valenciana la Ibero-Suiza de la mano de José Llopis, trasladando el oficio aprendido en Brasil y Uruguay.
Estos dos fueron los canales por los que la serigrafía artística se introdujo en nuestro país. Corrían los años 60 y los artistas españoles se sumaban a esta técnica que empezaron utilizando los norteamericanos en su desarrollo del pop art y el arte óptico.